Los Valles Calchaquíes, ubicados en el corazón de Salta y extendiéndose por Tucumán y Catamarca, son uno de los destinos turísticos más fascinantes del noroeste argentino. Sus paisajes áridos, sus tradiciones ancestrales y su fuerte vínculo con la cultura diaguita-calchaquí hacen de esta región un lugar único para quienes buscan un viaje donde se mezclen historia, espiritualidad, vino y naturaleza.
A lo largo de los siglos, este Valle fue escenario de luchas, resistencia cultural y grandes transformaciones económicas. Hoy, los Valles Calchaquíes se consolidan como un punto clave para el turismo cultural y enológico, atrayendo visitantes de todo el mundo.
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Orígenes e introducción de la Vid
El vino forma parte inseparable de la identidad de los Valles Calchaquíes. Su historia se remonta al siglo XVI, cuando los conquistadores españoles introdujeron las primeras cepas traídas desde Chile. Los sacerdotes jesuitas fueron grandes impulsores de la vitivinicultura, no solo para el consumo religioso en la misa, sino también como parte de la economía local.
Documentos históricos señalan que hacia 1566, con la fundación de Esteco, ya existían viñedos en la región, y para 1574 también se cultivaba vid en Tarija. Más tarde, localidades como Cafayaten y San Carlos comenzaron a ser reconocidas por la calidad de sus vinos.
En el siglo XVIII, la vitivinicultura se expandió en estancias coloniales como la Hacienda de Molinos, que en 1744 pertenecía al general Domingo de Isasmendi. Este linaje no solo dejó huella en la producción agrícola, sino también en el patrimonio arquitectónico, ya que la hacienda fue restaurada y hoy funciona como un hotel que forma parte de la Ruta del Vino de Salta.
A fines del siglo XIX, viajeros y cronistas como Martín de Moussy y Manuel Solá destacaban la importancia creciente de la vid en la economía regional. Sin embargo, el aislamiento geográfico fue durante mucho tiempo el principal obstáculo para consolidar una industria vitivinícola a gran escala.
Cafayate y la Ruta del Vino en Salta
Si hablamos de turismo en los Valles Calchaquíes, Cafayate ocupa un lugar central. Este encantador pueblo, ubicado a 1.683 metros sobre el nivel del mar, es la capital del vino salteño y punto neurálgico de la Ruta del Vino en altura.
Lo que hace único al vino de la región es la combinación de altitud, amplitud térmica y suelos áridos, que dan origen a uvas de gran concentración aromática.
Bodegas imperdibles para visitar
Recorrer la Ruta del Vino significa visitar bodegas históricas y modernas que ofrecen experiencias enoturísticas completas:
- Bodega Colomé (Molinos): fundada en 1831, es una de las más antiguas del país y cuenta con el viñedo más alto del mundo, a más de 3.000 msnm.
- El Porvenir de Cafayate: bodega familiar que combina tradición y modernidad.
- Bodega Piatelli y Bodega El Esteco: reconocidas por sus vinos premium y sus impactantes paisajes.
- Animaná y Angastaco: pequeños pueblos que conservan bodegas artesanales, donde la producción mantiene métodos tradicionales.
Además de la degustación, las bodegas ofrecen recorridos guiados, experiencias gastronómicas con maridajes y actividades culturales que enriquecen el alma.
Modernización y transformación de la vitivinicultura
Durante gran parte del siglo XX, el aislamiento de los Valles Calchaquíes limitó el crecimiento de la vitivinicultura. Sin embargo, la llegada de carreteras y el transporte automotor marcaron un antes y un después.
A partir de la década de 1990, con la caída del consumo de vinos comunes en Argentina, la región apostó a la producción de vinos de alta gama destinados a la exportación. El ingreso de capitales nacionales y extranjeros permitió modernizar bodegas y profesionalizar procesos, consolidando la imagen de los Valles Calchaquíes como un terroir único en el mundo.
Hoy, Cafayate y sus alrededores se destacan como un polo enoturístico internacional, donde los visitantes pueden disfrutar no solo de vinos premium, sino también de la experiencia cultural que los rodea.
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